Nota: El siguiente escrito fue compartido por la escritora Liliana Bodoc en la “Mesa de autores mendocinos” en el marco del “I Encuentro Internacional de Literatura Infantil y Juvenil y Narración Oral Escénica en Mendoza” organizado por la Asociación EDELIJ y realizado en la provincia de Mendoza en el mes de Mayo del año 2015.
"Hablar
a los malvones"
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Liliana Bodoc. Foto: Jony Asequia para EdeLij |
Por Liliana Bodoc (*)
El
arte no puede existir sino a través de una distorsión, de un quiebre, de una
revisión de la normalidad. La música es una alteración de los sonidos
habituales. La alfarería es una alteración del barro. La literatura es una alteración
del lenguaje. Y del silencio.
Pensado
así, parece que el arte es, por definición, una instancia transformadora. Cuanto
menos podemos pensar que, para adentrarnos en la propuesta del arte, es
necesario desensillar el caballo de la pura, extrema y urgente cotidianeidad,
de la denotación, y de la prisa. El arte, cualquiera de las disciplinas
artísticas que conocemos, necesita una aceptación de lo extra-cotidiano. Nos
necesita capaces de saber y creer que el sentido de las cosas está plegado como
un abanico, que lo que a diario solemos ver es solo el abanico plegado.
Para
adentrarse en la palabra poética y literaria hace falta correrse del lenguaje
con el que, hasta recién, hablábamos con nuestro hijo, con nuestra vecina…
¿Para
hablar con palabras absurdamente coquetas? ¿Para decir blondo en vez de rubio?
¿Para saturarnos de adjetivos? Claro que no, por supuesto que no. Para hablar
desde otro sitio y con otro propósito. Como suelen hablarles algunos a sus
plantas.
Hablar
a los malvones es palabra poética. No importa si le decimos "Mirá qué
grandes están las margaritas" o "Buen día, qué lindo amanecimos"
o "Pobrecito, te meó el gato".
Es
palabra poética por el origen y por el propósito.
Le
hablamos a los malvones desde lo ancestral, desde el viejo chamán que habita
nuestra historia, desde la fe. Hablamos con lo que no es evidente, hablamos
para romper las barreras de lo posible. No hablamos para adornar la realidad
sino para accionar sobre ella. Para que crezcan los malvones. Y es bien sabido,
los malvones florecen mejor cuando alguien les habla.
Hay
ciertos versos en los que me quedaría a vivir. Porque proponen mucho más que
una línea musical y semántica. Porque proponen un mundo.
"Yo
no tengo en el alma tanto tigre admitido" Escribió Miguel Hernández. Y yo
quiero vivir en ese mundo
"¿Por
qué he de empeñarme en que Dios sea una cosa mejor que este día?" Escribió
Walt Whitman
"Esa es tu pena. Tiene la forma de un cristal de nieve que
no podría existir si no existieras" Escribió Olga Orozco.
Son
mundos. O en todo caso, ensanchan el
mundo. Son impugnaciones de la normalidad.
El
tiempo que nos fue otorgado, aun en los extremos de la longevidad, es muy poco
para tanta alma. Muy poquita cosa para todo lo que añoramos ser, ver. Para
todas las navegaciones y los naufragios que desearíamos experimentar.
Sin
que sea tan evidente, ni factible de ser probado con el método científico, creo
que la palabra poética es una dimensión posible.
Vivir
sin poesía es vivir menos. Menos vida, menos gente, menos posibilidades. Como
si tuviésemos una casa con sótano y altillo, y jamás los visitáramos.
Los
sótanos y los altillos no son cómodos, asustan, ensucian. Uno llega ahí y ya
están los fantasmas. Recuerdos, promesas incumplidas, papeles fechados por una
mano ya muerta… Pero son parte de nuestra casa, de nuestra vida.
Ni
nosotros, ni nuestros jóvenes, ni nuestros niños, ni nuestros malvones podemos
vivir sin poesía.
¿Qué
más da que sea arduo? ¿Qué importa si se resisten a leer? ¿Cómo van a
amedrentarnos las nuevas tecnologías?
La
poesía nos enseña a respirar de otro modo. Más pausado y más cierto.
Todos
tenemos un verso en el cual nos quedaríamos a vivir. Un verso destinado a ser
nuestro lugar en el mundo. Hay que encontrarlo.
Y
después, hasta podemos ver que hay otros habitando ese verso. Que un verso es
también un barrio. Que encontramos pares allí.
Uno al que le brillan los ojos igual que a mí me brillan. Una que
pronuncia bajito igual que yo pronuncio.
"Te
recuerdo como eras en el último otoño"
"Hablaban
de un caballo, yo creo que era un ángel"
"Conmigo
se volvió loca la anatomía. Yo soy todo corazón"
"Solo
porque un amigo es la vida dos veces"
"No
sé qué tiene la aldea donde vivo y donde muero, que de venir de mí mismo vivo
más lejos"
"Los
caminos perderán sus ciudades para verte"
Y
para terminar, yo me pregunto: ¿No sigue viva, asombrosamente viva la flor que
guardamos entre las páginas de un libro?
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Notas relacionadas en esta página: Entrevista a Liliana Bodoc (por EdeLij)
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Liliana Bodoc, escritora
argentina, algunas de sus obras editadas son: “Diciembre Super Álbum”, “Sucedió
en Colores”, “Memorias Impuras”, “El
mapa imposible”, “El espejo africano”,
“Presagio de Carnaval”, “El rastro de la canela”, “La entrevista”. “La
Saga de Los Confines”, trilogía de épica fantástica compuesta por “Los días del
venado”, “Los días de la Sombra” y “Los días del fuego”. La saga de Los
Confines ha sido traducida al alemán, italiano,
francés, holandés, inglés y japonés, entre otros. Ha obtenido numerosos
reconocimientos como: Premio Fundación El Libro, año 2000. Distinción del IBBY
(International Board on Books for Young People), 2001. Premio Barco de Vapor,
2008. Distinción White Ravens 2002, otorgada por el IBBY Internacional. Diploma
al Mérito, Fundación Konex, 2004. Candidata al Premio Andersen 2010 por la
Argentina.
2 comentarios:
Muy buen texto, gracias por compartirlo!
Hermoso! Me emocionó en vivo y ahora. Gracias por compartirlo y permitirme revivirlo.
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