"Elmer es distinto"
Experiencia
de lectura en sala de 5 años
- Síntesis…
El día llegó y yo tenía ese toque de
vértigo. Todo eso que había leído, eso en el “aire” acerca de la promoción de
la lectura ¿funcionaría?
Sólo me tranquilicé cuando pensé ¿funcionar
qué?
Recordé que sólo estamos jugando, que
la literatura no debe servir “para nada”.
Felizmente, los chicos me aceptaron
muy pronto y de la mano de la Seño Carina, leímos exitosamente dos cuentos. En
el medio jugamos a los autitos, pintamos un elefante y tomamos la leche. Ellos
me convidaban a mí de sus meriendas. Eso fue lindísimo.
Los libros anduvieron bien, en un
momento los chicos pedían otra, otra!
Fue una tarde fría de julio, nos
fuimos silenciosos y plenos.
Aprovechamos la imaginación de los
chicos y usamos el libro Elmer, el Elefante, que es una historia de aceptar
quién soy. Ser de retazos o de otro color está bueno.
Compartir está bueno.
Leer y contar está bueno.
Compartir está bueno.
Leer y contar está bueno.
- El por qué…
Luego de asistir como participante al
Curso-Taller: “¿Cómo promover la lectura en niños y jóvenes?” (Aprobado por
DGE. Resolución Nº 0221/2011 y dictado en EdeLij por la profesora Silvina Juri) debíamos hacer una devolución al curso
mediante la opción de analizar y reseñar un libro de Lij o de efectuar una
experiencia de lectura. Elegimos esta última, la experiencia de leer con niños,
ya que creemos que es el contacto concreto el que más nos puede enseñar en esta
etapa. Reseñar es necesario, pero lo es más aún ir hacia adonde hay que ir: los
ojos y las orejas, lo sensible. Esto no implica desconocer el material a
utilizar o subestimar el apoyo de otros textos preparados específicamente para
ayudar a los mediadores de lectura.
En todo caso, el fundamento de este
trabajo es el mismo por el cual iniciamos el curso: ansias de presenciar, conocer y, en el mejor de los casos, provocar la
magia del encuentro entre un lector (que escucha) y un texto.
- La previa…
Lo primero fue identificar el grupo
de niños con el que íbamos a compartir esta experiencia. Elegimos una salita de
5 años en Luján de Cuyo, funciona en un edificio que alberga además al CIC
(Centro Integrador Comunitario). La salita pertenece a la Escuela 1-158 Gral.
Espejo, del distrito Agrelo de Luján de Cuyo. Agrelo se encuentra unos
kilómetros al sur de la ciudad de Luján, no es precisamente un ámbito urbano. Se
acordó con la Profesora Carina Angelleli la posibilidad de intervenir y
obtuvimos una rápida y positiva respuesta. La docente, entusiasmada, participó
activamente en todo el proceso. Acudimos a EDELIJ a comentar la idea. En el
intercambio acordamos algunos criterios en común:
·
respeto por lo lúdico (en ámbitos
educacionales suele asociarse lectura a deber saber).
·
el leer y escuchar como experiencia
sensible, se aprende después de que se aprehende.
La docente, de ahora en más Carina, ya
viene trabajando fuertemente en la lectura de textos a sus chicos y todos los
días los reúne alrededor de un libro.
Por lo tanto la experiencia se transforma
y enriquece al trabajar con alguien que, por intuición y por planificación,
elige a la lectura como instancia de encuentro. Por esto mismo decido, como observador de la experiencia,
acompañar a Carina en la lectura. Es decir, que sea ella quien les lea a los
chicos, lo cual generará confianza y naturalidad. Podremos ver, entonces, cómo
operan los textos. Decido a la vez que actuaré como sostenedor de libros, en
una especie de figura intermedia entre Carina y los chicos.
Carina manifiesta que a ellos “les encanta” que les lean y que en
su grupo suelen existir problemas asociados a una discriminación de tipo xenofóbica,
es decir chicos que agravian a otros o los hacen sentir incómodos por motivos
de color de piel, nacionalidad, u otra. Estamos, entonces, ante tensiones
culturales. Pensamos en acercarles un enfoque distinto acerca de la aceptación
de lo distinto. Este descubrimiento es fundamental para el armado de una
propuesta: desde el material (los libros a leer) hasta el lenguaje a utilizar
debe ser imaginado y elegido con profunda convicción y responsabilidad.
Además, tomamos contacto con la Biblioteca Popular Municipal Juan B. Alberdi,
de Luján de Cuyo[1].
En este punto, algunas
consideraciones y reflexiones surgidas de las lecturas previas.
Laura Devetach,
hablando de los textos internos, dice que muchas veces acudimos (recordamos y
prestigiamos, es decir) a aquellos bellos poemas que la maestra nos recitaba,
pero que dejamos afuera (ocultamos y des-conocemos) a "la palabra de la
abuela india o la canción del inmigrante borrachín de la familia". Nos
preguntamos entonces, ¿cuáles son los espacios poéticos de estos chicos? ¿cómo
activar -desde la experiencia de lectura- sus propios textos internos, cómo
estimular que los identifiquen y compartan?
Carina tiende puentes hacia este
bagaje interno con extrema facilidad. Como se verá más adelante, en la
lectura de la experiencia, apenas una pregunta o un juego de palabras bastará
para abrir este caudal y que los chicos empiecen a contar sus sueños y
experiencias, a jugar con las rimas consonantes. Dice Laura Devetach, “quizás
lo más importante sea trabajar sobre la toma de conciencia de la existencia
concreta de un imaginario colectivo que hace pie en la cultura de la vida
cotidiana no fabricada por la tv” (Devetach, p. 33).
Con todo
esto entre manos, nos dimos a la tarea de elegir el material de lectura.
- ¿Leer qué?...
Utilizamos una selección sugerida por
Silvina Juri, responsable de EDELIJ y coordinadora del Curso en promoción de la
lectura, quien además nos instó a elegir otros libros, a bucear por nosotros mismos[2].
Detallamos el material seleccionado:
·
Elmer, de David McKee (Norma Editorial)
·
El
Fantástico Sr. Wani, de Kanako Usui (Unaluna)
·
Tuk es Tuk, de Claudia Legnazzi
(Libros-álbum del eclipse)
Corremos el riesgo, permanentemente,
de que la experiencia de leerles a los chicos sea en realidad una mera conexión
entre nosotros adultos. Buscábamos complicidad, cercanía, fascinación
compartida.
Elegimos
Elmer que es un cuento de aceptación de uno mismo.
En una de las primeras páginas,
varios elefantes muestran sus rostros, decimos rostros ya que percibimos que es
intencional la personificación, la identificación humana y se aprecia
claramente las diferencias existentes aún en los elefantes que NO son Elmer. Notamos
que, en todo momento, la composición visual que acompaña al texto y que lo
excede, envía señales de diversidad, de multiplicidad de orejas, trompas y
pieles distintas.
Elmer es un
cuento de aceptación del otro, también.
Una vez que Elmer se ríe de su
“distintez” deja de temer que los otros (categoría social) vayan a apartarlo.
Se pregunta, Elmer, promediando el cuento
“¿Quién ha oído hablar de un elefante de retazos?”. Es decir, cuánto nos
hemos preguntado si actuar distinto o directamente serlo, no incomodará a
los demás. Si no perturbaremos a la pareja, los amigos, la familia, la escuela.
Son dudas que constantemente operan sobre el sujeto, en cuanto busca -al mismo
tiempo- una aceptación en su ámbito inmediato y la construcción de su propio
enfoque.
Si hacemos un plano más amplio,
sociológico, podemos preguntarnos ¿hasta dónde la invasión mediática de la que
somos consumidores nos obliga a normalizarnos, seguir caminos preestablecidos, iguales?
Si hace 200 años el romanticismo alemán le peleaba al racionalismo desde las
fábulas de los Hermanos Grimm y otros cuentos populares y luego universales, ¿no
nos tocará a nosotros pelear esta lucha desde la imaginación, desde el
compartir experiencias comunicativas sensibles, leer un cuento, cantar una
canción? En esto seguimos a Laura
Devetach, quien afirma "los actuales criterios de globalización nos llevan
-en los países latinoamericanos- a que descalifiquemos aún más ese bagaje
privado y compartido simultáneamente”. (p.39)
Elegimos Elmer, además, porque el
Ministerio de Educación de la Nación Argentina ha distribuido muchísimos
ejemplares en las escuelas públicas. El buen material de lectura está y
representa un verdadero polvorín en cada establecimiento, siempre a punto de
aflorar o explotar.
- Pasemos a la acción…
La experiencia fue realizada el
jueves 5 de julio, en el turno de la tarde. El acercamiento real se dio cuando,
entrando a la sala, los chicos (en total 14) se encontraron conmigo al lado de
la mesa de la maestra.
Carina me presentó como alguien que
traía libros para leer y eso los entusiasmó de entrada. Los chicos se
presentaron uno por uno. La dinámica natural de la jornada comenzó con el
izamiento de la bandera, la identificación del día en el que estábamos,
contando y nombrando a quienes habían faltado.
Espontáneamente, nos pregunta a todos
qué comimos en el almuerzo, qué vamos a hacer en las vacaciones que están a
punto de empezar y luego, desliza la idea de jugar con las palabras según con
qué letra empiezan (“hoy es jueves y empieza con jota como Javier”). También
estimula la respuesta de los chicos cuando los hace rimar, por ejemplo con mi
nombre, “Facundo cabeza de mundo”, dice. Los chicos van completando la rima
sencilla, con la fórmula Facundo cabeza de …
o Carina la que camina.
En un momento, Carina los insta a
buscar sus alfombras particulares, para que pudiéramos empezar a leer. Reunidos
en una especie de ronda en el suelo, para que todos pudieran ver y escuchar, conmigo
sosteniendo el libro, Carina comenzó a leerles Elmer.
La narradora hace uso de su
histrionismo y entusiasmo, los chicos responden y participan activamente de la
narración. Sostengo el libro abierto de par en par y se lo voy mostrando a
Carina para que lea y luego a los chicos, que reclaman con la expresión: “A
ver!”
En el transcurso de la lectura, aparecen
interrupciones: chicos que piden ir al baño; entre otra docente para dar aviso
a Carina sobre una actividad del 9 de julio, cosas que entorpecen la dinámica
de lectura, sin embargo Carina maneja muy bien esos obstáculos.
Los chicos participan (cuando Carina
pregunta qué colores tiene Elmer), enumerando casi todos los colores. También
se produce una enumeración cuando vemos a los distintos animales que Elmer se
encuentra en su paseo.
Carina, hábilmente, facilita la comprensión
de algunas palabras, (cuando dice “bayas”, agrega “son como uvas, ¿ven los
racimos?”). También llama la atención de algunos chicos que se distraen,
diciendo sus nombres en plena lectura, lo que produce una rápida vuelta de
todos al libro. También la narradora pierde por un instante, debido a la
agitación, el hilo del cuento y lo manifiesta “me equivoqué”. En cada página,
Carina evalúa el tiempo necesario para que los chicos puedan involucrarse en la
historia. La primera lectura concluye exitosamente, los chicos están muy
contentos, la magia ha sucedido y Elmer ya está en ellos. Les pregunta Y ahora
qué quieren hacer? “Pintar” responden los chicos y la docente rearma todo el espacio
para que puedan pintar con témperas al elefante de colores.
En la merienda, Carina me cuenta
sobre la proliferación de la palabra “boliviano/a” como insulto y cómo hace
ella para trabajar sobre la problemática: en las reuniones de padres, o cuando
tiene la oportunidad de hablar con algunos padres por separado, ella les pide
que revisen el vocabulario utilizado en el ámbito doméstico. Les advierte sobre
el cuidado que deben guardar al hablar, ya que sus hijos incorporan y repiten
la lógica del insulto xenófobo. Manifiesta la permanente creación de instancias
de discusión, tanto en la casa como en la sala.
Felizmente, encontramos en la pequeña
biblioteca de la sala el libro “Elmer y Wilbur” (otro de los libros de la misma
colección), por lo que el elefante de retazos de colores seguirá activo en las
lecturas cotidianas.
Luego de la merienda, los chicos
juegan. Me muevo entre ellos con soltura y me aceptan en sus juegos, me
encuentro entre autitos y cocinas. Uno
de los chicos toma el libro de Elmer, que había quedado en una mesa y lo hojea
disimuladamente.
Antes de terminar la jornada, leemos “El
fantástico Sr. Wani”. Esta vez, como el cuento es muy dinámico, Carina redobla
el esfuerzo actoral y los chicos quedan encantados. Además de sostener y
mostrar el libro, me doy a la tarea de ayudar la narración con algunos sonidos
y onomatopeyas (caídas, globos que se pinchan, gritos de dolor, etc.)
Wani tiene
tanto éxito que los chicos piden más. Pero el tiempo se acaba. No tenemos espacio
para compartir “Tuk es Tuk”. Pensamos que, por lo pronto, es suficiente. Nos
vamos despidiendo, hemos pasado tres horas compartiendo lecturas y vivencias. El mismo chico que hojeaba Elmer, ha vuelto
sobre Wani y observa el libro con apuro y voracidad. Toca con sus dedos el
libro con extrañeza y fascinación.
Carina me regala algunas pinturas de
los chicos. Los niños y niñas me regalan caramelos, tortitas, medialunas,
besos, abrazos, sonrisas... Agradezco a Carina, quien recibe el libro que les
he llevado para que quede en la biblioteca aúlica[3]
(Elmer y Wani deben volver a EDELIJ). A los chicos les regalo confites de
colores y una sonrisa plena de agradecimiento y emoción.
- ¿Conclusiones?...
Ninguna. Si se trata de lectura
compartida, los puntos de llegada son puntos de partida. La fugacidad es parte esencial
de la magia. Confiamos en los textos y en nuestros esfuerzos por actuar como
canal o puente. Confiamos en que quizás mañana alguno de los chicos tome un
libro en sus manos. O mejor aún, que se reformulen sus habilidades de
comprensión y comunicación, sea escribiendo, leyendo, contando, contemplando…
Foto de F.Mercadante |
Como experiencia concreta, podemos
decir que las historias de Elmer y Wani nos atravesaron el cuerpo y el alma. Los oídos atentos y los ojos abiertos de
los chicos marcan un camino esforzado y posible: el de la revaloración de la
narración oral, las palabras universales entremezcladas con las expresiones
locales, el espacio de Todo es posible que plantea la literatura.
Con respecto a si la experiencia
sirvió para intervenir en la problemática de la discriminación verbal, no lo
sabremos sin valoración profunda. Pero recordemos que la literatura no debe
“servir” para nada (y sin embargo sirve para tanto…). A nivel personal, aún
siendo una experiencia pequeña, implica puro crecimiento, profesional y
personal. Sirvió como entrenamiento, cara a cara con los chicos es como se
prueba uno como mediador y promotor. ¡Vamos por más!
[1] Cuando
se accede al territorio, es necesario relacionarse con quienes ya están
ubicados allí. De esta manera evitamos aquellos elementos negativos asociados
al “arribar” a una experiencia, sin el previo estudio del terreno y de sus
capacidades asociativas. En este caso, la biblioteca Alberdi posee una amplia
trayectoria en promoción de la lectura y un fuerte arraigamiento en la
comunidad lujanina. Básicamente necesitábamos saber si los libros que
elegiríamos para los chicos estarían también a mano cuando nos fuéramos, pero
descubrimos que una acción aislada es una acción a medias. La Directora y el
personal de la biblioteca se mostraron interesados en la experiencia y
compartieron diagnósticos, pareceres y maniobras concretas de intervención. Se
magnificó el impacto de la experiencia, porque los mediadores de lectura deben conocerse y compartirse. Las
bibliotecas son bastiones de experiencias sensibles y la Alberdi, en
particular, se mueve rápido y trabaja muy duro. (Cabe aclarar que esta Biblioteca es el ente que apoya el curso-taller realizado en EdeLij)
[2] Para
este trabajo final también accedimos a las palabras de Gustavo Roldán (“Para
encontrar un tigre”), María Teresa Andruetto (“Hacia una literatura sin
adjetivos”) y Laura Devetach (“La construcción del camino lector). Estos textos
funcionaron como base, despertando inquietudes y pasiones. Libros que se me
presentan cercanos, por la escritura de ideas y sobre todo, por sus propias
vidas, que son vidas de escritores pero también de promotores en plena acción.
[3] Dejamos como regalo un libro que encontramos en EDELIJ
y que cuenta un mito aymará, un cuento tradicional llamado “La noche del Totu”,
editado por La Bohemia. Es una preciosa historia, la edición es bilingüe: en
español y aymará. Lo aprovecharán estos chicos de 5 y quizás lectores un poco
más avanzados, pero nos interesa dejarlo y mostrarlo en la salita y en la
escuela, ya que puede disparar la exploración de los bagajes internos en las
familias que conocen la lengua aymará. Trae en la última parte una canción de
cuna en esa hermosa lengua, ojalá algún día pueda escucharla en idioma
original.
(*) Facundo Mercadante: gestor cultural, escritor, promotor de la lectura. Lic. en Ciencia Política y Administración Pública por la UNCuyo, fue docente de Gestión Cultural en Instituto Fabián Calle y ha dirigido la Biblioteca Pública Gral. San Martín entre 2008 y 2011. Actualmente es responsable de Ediciones Culturales de Mendoza.
(*) Facundo Mercadante: gestor cultural, escritor, promotor de la lectura. Lic. en Ciencia Política y Administración Pública por la UNCuyo, fue docente de Gestión Cultural en Instituto Fabián Calle y ha dirigido la Biblioteca Pública Gral. San Martín entre 2008 y 2011. Actualmente es responsable de Ediciones Culturales de Mendoza.
2 comentarios:
Muy sentida la narración de la experiencia, me gustó mucho leerla y me pareció compartir los momentos vividos. Seguramente esos niños la llevarán prendida dentro suyo por toda su existencia, aunque en algunos el efecto haya sido más impactante que en otros.
¡Suerte con las siguientes "aventuras literarias"!
qué linda experiencia, gracias por compartirla. Soy docente en Tucumán, cómo puedo hacer para enviar artículos o notas en relación a mi exeriencia con la Lij?
gracias, siempre recibo gustosa las noticias que publican,
saludos,
Marta
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