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Cómo hablar de los libros que no se han leído
Pierre Bayard. Editorial Anagrama
Por Jesús Ballaz Zabalza (*)


Para empezar, dos observaciones pertinentes. Primera: no abras este libro, si lo que pretendes, incitado por su provocador título, es aprender trucos para encandilar a amigos o desconocidos hablando de libros que no has leído. Segunda: el que firma este artículo realmente ha leído el libro. Dos veces. Y ha labrado con el bolígrafo algunas de sus páginas. Es un libro enjundioso y del que no se extrae fácilmente todo su contenido.
Las modestas pretensiones del autor

Aunque se presente con este título retador, este libro pretende tres cosas bastante simples y, en el fondo, no tan alejadas de lo que defienden los apóstoles de la lectura:

a) La primera es terapéutica. El libro parte del análisis de un comportamiento social generalizado que premia con consideración social al que lee y le resta esa consideración al no-lector. Esta carga negativa por la que el no-lector se siente culpable no tiene sentido, ni siquiera en este momento de clara presión social a favor de que se lea. Así pues, el autor quiere desculpabilizar al no-lector. Quien se ve empujado a hablar de libros que no ha leído no lo debe vivir con angustia o remordimiento.
b) A pesar de lo que parece insinuar el título, este libro no incita a dejar de leer; está a favor de la lectura. Pero la entiende como creación, aunque esa creatividad ejercida a partir del libro no-leído no tenga reconocimiento social, sino más bien lo contrario. El autor muestra cómo puede darse una auténtica creatividad al aproximarse a los libros sin leerlos, o sea, hojeándolos o conociéndolos por referencias.
c) Su tercera pretensión es hacer ver que lo prioritario no es que los libros sean leídos, sino que, leídos o no-leídos, contribuyan al cultivo de la persona y le alienten a crear. Recurriendo a Oscar Wilde, Pierre Bayard, alerta sobre el peligro que supone para la creación el demorarse demasiado en los libros porque son tantos que uno puede perderse en ellos. El autor británico fue el que puso de manifiesto que «la paradoja de la lectura radica en que el sendero hacia uno mismo pasa por el libro, pero debe seguir siendo un pasaje».
Resumiendo estas pretensiones en positivo, lo que viene a decir Bayard es que lo importante es la construcción de un rico libro interior que la persona cultivada va completando tanto a base de lecturas como de no-lecturas (conocimiento por referencias o por ojeo…)
El elogio de la deslectura

Para llegar a esa afirmación central, el autor analiza las diferentes formas de acceso a los libros, dando por positivas tanto lectura completa como el acceso a su contenido por referencias o por ojeadas rápidas, a menudo casuales. Pero sigamos su análisis para ver en qué sentido.
a) El que no abre el libro. El no-lector más radical es el que ni siquiera abre el libro. Pierre Bayard lo analiza a partir de un personaje creado por Robert Musil, el autor de El hombre sin atributos. Ese personaje, un bibliotecario, sostiene que no quiere leer para no perder la visión de conjunto. La cultura, según él, es en primer lugar capacidad de orientación. Es culto el que se orienta en el conjunto casi inacabable de textos escritos, o sea, el que domina lo que llama la biblioteca colectiva, el corpus de libros que uno ha de dominar para ser culto en su ámbito.
La no-lectura del bibliotecario de Músil, por tanto, no es pasiva sino activa. Pero su empeño no se orienta a conocer el contenido de determinado libro sino a comprender su situación con respecto al resto de posibles lecturas.
b) El que hojea. Esta forma de acceso la defiende el autor trayendo a colación a Paul Valéry, que también piensa en términos de biblioteca colectiva. Para éste, una simple hojeada lineal o circular basta para hacerse idea de una obra, «la propia idea», que es la que le interesa. Eso no impide a Valéry escribir sobre Proust, gloriándose de que sólo lo ha hojeado. Lo justifica diciendo que no quiere perderse en el laberinto de cada libro.
c) El que habla por referencias. Al libro se puede haber llegado sin haber tenido en las manos ese objeto material de hojas de papel impresas y encuadernadas. La persona culta, con que le den algunas referencias, puede situar un libro en su lugar pertinente en la biblioteca colectiva y orientarse en su interior; esas dos habilidades vienen a ser los dos indicadores de cultura. El análisis lo hace a propósito de dos personajes de Humberto Eco. Guillermo de Baskerville reconstruye por referencias y por su conocimiento de otros libros, el libro que ha sido la causa del asesinato de varios monjes. Pero tanto él como Jorge, el monje que ha asesinado a los que pretendieron acceder a él, no tienen delante el libro real, pues no lo han visto, sino un libro-pantalla. El libro-pantalla que Baskerville se ha construido contiene sobre todo sus preocupaciones sobre la fe, mientras que el del monje Jorge contiene sus angustias por los problemas de la iglesia.
Todo lector –o no-lector- convierte el libro real del que tiene noticia en un libro-pantalla. Éste viene a ser un objeto aleatorio que permite intercambios de opiniones. De hecho, éstas nacen del interior de los interlocutores; el libro sólo da ocasión de formularlas y, al hacerlo, cada uno de éstos va construyendo su propio libro interior.
d) El que habla de lo olvidado. Aun el libro que se ha leído de pe a pa no está muy lejos del no-leído porque, en cuanto el lector se avanza en un libro, se ve sometido a un proceso de olvido y lo que ya se ha leído comienza a desaparecer de la conciencia. Montaigne, reflexionando sobre este punto, llega al extremo de pensar que la falta de memoria podría llevar a la pérdida de la identidad si el que lee se olvida de quién es el que piensa. El límite entre lectura y no-lectura, viene a decir, es muy sutil. Lo que va quedando de las lecturas en la mente del lector son fragmentos o impresiones.
Resumiendo. Después de todo este análisis sobre la deslectura, a partir de esos cuatro autores, Musil, Valéry, Eco y Montaigne, Pierre Bayard nos sitúa en el punto de arranque de su reflexión positiva sobre la lectura. Aunque sometida inevitablemente al olvido, la lectura, en la medida en que es creativa, nos va llenando porque incentiva la creación de pensamientos reflexivos. Esa creatividad, que en definitiva es lo que interesa, no exige la lectura material de todo el texto de un libro. Nuestra creatividad puede ser alentada por lecturas parciales, o sea, por el conocimiento que se obtiene por referencias o por ojeadas o por lo que queda de los textos olvidados.
Lectura mediada: el libro interior

¿Cómo se explica Pierre Bayard que se pueda hablar de un libro sin haberlo leído?
Viene a afirmar que entre el relato que hacemos de un libro –que podemos haber conocido sólo de oídas o a través de una rápida ojeada- y el texto escrito media lo que él llama el libro interior. Da ese nombre al conjunto de representaciones míticas -individuales o colectivas-, que hemos ido construyendo dentro de nosotros. Ese libro imaginario, el libro interior, filtra todo lo que nos llega y decide qué elementos retiene y cómo los reinterpreta para que cuadren con él.
Cualquier libro del que tenemos noticia por haberlo leído –o sin leerlo- es sometido a un proceso de manipulación inevitable por nuestro libro interior hasta convertirlo en libro-pantalla. De hecho, queramos o no, siempre hablamos sobre nuestros libros-pantalla, no sobre los libros «reales». De aquí que dos personas que hablan del mismo libro suelen reflejar lecturas relativamente diferentes; y, por el mismo motivo, se puede hablar con sentido de un determinado libro a partir de ciertas generalizaciones del mismo.
Es más, cuanto más complejo sea nuestro libro interior (complejidad que, por cierto, se construye en gran parte leyendo), más fácil nos resultará hablar con sentido de cualquier libro que no hemos leído porque podremos reconstruir libros-pantalla más ricos y más complejos.
Formulación positiva de la no-lectura

En este sentido me ratifico en que, a pesar del título de su ensayo, Pierre Bayard incita a leer. ¡Y a no culpabilizarse si se deja de leer algo aun considerado fundamental!
Hablar de un libro que no se ha leído puede suponer un ejercicio de creatividad mayor que repetir con exactitud un texto –eso lo hará mejor una fotocopiadora-. Aprehender el contenido de un libro supone captar de él aquellos aspectos que enriquecen nuestro libro interior. «El libro interior individual actúa en nuestro deseo de lectura, esto es, en la manera en que buscamos y, más tarde, leemos libros. Representa ese objeto fantasmático en busca del cual vive todo lector y del cual los mejores libros que encuentre en su vida no serán más que fragmentos imperfectos que le inciten a continuar leyendo.»
Ahora bien, ¿cómo es posible poseer un rico libro interior sin haber leído?
Aunque ese libro no se construye sólo con la lectura, esta claro que ésta es uno de los ingredientes fundamentales para enriquecerlo. Cuanto más rico sea, más incentivará nuestro deseo de leer pero, al mismo tiempo, más invalidará la necesidad de leerlo materialmente todo. Bastarán lecturas parciales para que nos hagamos cargo de un libro y para que podamos hablar de él.
En el límite de ese desiderátum de lector creativo está la formulación del título del libro que, de hecho, es un punto de llegada. Uno puede haber leído tanto que llegue a ser capaz de hablar de los libros que no se han leído.

(*)
Jesús Ballaz Zabalza. Nació en Liédena (Navarra) el 23 de mayo de 1946. Pero vive desde muy joven en Barcelona. Es Licenciado en Filosofía y Letras (rama de Historia). Fue becario en la Jugendbibliothek de Munich (Alemania). Ha hecho crítica de libros para niños y ha traducido a muchos autores del catalán al castellano. Las dos actividades se vieron premiadas en 1982 y 1983 con el Premio Nacional de Traducción entre lenguas españolas y el Premio Nacional de Crírica por el Ministerio de Cultura. Ha trabajado durante casi 30 años como editor de Libros infantiles sobre todo en dos editoriales, Edebé y Ediciones B, lo que le ha permitido asistir durante muchos años a encuentros, conferencias y a las Ferias del libro de Frankfurt y Bologna y conocer el mundo de la edición internacional. Aparte de un manuel de Historia para la Enseñanza Media, ha publicado más de treinta libros de narrativa para niños y jóvenes. Fue merecedor del premio juvenilm"Leer es vivir" de editorial Everest por el libro El último vuelo. Tiene dos hijos y tres nietos.



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