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Artículos Lij

LAS VOCES DE LA MEMORIA EN UN LIBRO MUY PARTICULAR
¿QUIÉN SOY? Relatos sobre identidad, nietos y reencuentros

Por  Nora Schujman (*) 
 Una reflexión acerca de la literatura para niños y jóvenes (LIJ) y la historia[1]

“De todas las inflexiones que admite nuestro lenguaje, de todas las entonaciones que refuerzan el sentido de las palabras que pronunciamos, la pregunta es la más humana.
La pregunta es humana. Y tan valiente que puede danzar al borde los mayores abismos. Es mágica porque parece capaz de resignificar el pasado y el futuro”
Liliana Bodoc en la Introducción al libro El mar y la serpiente, de Paula Bombara


“¿Tu papá y tu mamá saben quiénes son? Manuel sí. Ahora sabe. No ahora ahora. Hace un tiempo que sabe. Pero no lo supo siempre”
(Manuel no es Superman – Historia de Manuel Goncalvez)
Escrito por Paula Bombara e ilustrado por Irene Singer

“Estoy pelada de mamá desde chiquita. Pelada y con peluca. ¿Vos decís que me parezco a otra persona? No ¿no es cierto? Yo quisiera saber si me parezco a la cara de ella, pero no me acuerdo de la cara que ella tiene”
(¿Sabés, Athos? – Historia de Jimena Vicario)
Escrito por Iris Rivera e ilustrado por María Wernicke

“De lo que pasó antes no sé nada, ¿qué pueden saber dos niños sin sus padres, camino a quién sabe dónde, en manos de dos extraños? Lo único que sé es que íbamos mi hermana y yo tomados d e la mano”
(Los hermanos – Historia de Marcelo y María Victoria Ruiz Dameri)
Escrito por María Teresa Andruetto e ilustrado por Istvansch

“Estarás confundido, me imagino. ¿Qué es todo esto de mamá Raquel, de mamá Susana, de fotos aparecidas después de treinta años? Como para no estar mareado si todo esto es un lío, ¿no?  Claro que sí, entonces dejame que te cuente”
(Querido Melli – Historia de Sabrina Gullino Negro Valenzuela y su hermano aún desaparecido)
Escrito por Mario Méndez e ilustrado por Pablo Bernasconi

Las que preceden son citas de un libro muy particular, un libro que provoca emoción, asombro, curiosidad, sensibilidad, perturbación…un impacto de lectura que con un rigor conmovedor relata historias que forman parte de nuestra terrible Historia, la de la dictadura en nuestro país (Argentina). Manuel Goncalves, Jimena Vicario, Marcelo y María Victoria Ruiz Dameri, Sabrina Gullino Negro Valenzuela, quien todavía busca a su hermano mellizo, son los nietos, hijos e hijas de desaparecidos, cuyas historias, identidades y reencuentros son narrados  por reconocidos autores de LIJ a través de sus plumas y de las imágenes de cuatro ilustradores[2]. El resultado es un artefacto artístico realmente sorprendente que a cada paso va dando cuenta y reafirmando a los lectores que están leyendo historias de seres “de verdad”, personas que vivieron y sufrieron lo que se cuenta. Y así como el texto se inaugura con una pregunta sobre la identidad que articula todos los relatos y en cada uno de ellos aparecen otras, hay un interrogante que atraviesa a toda la literatura y a los escritores que deciden literaturizar hechos de la realidad: ¿es posible narrar el horror?, ¿cómo hacerlo?, ¿qué voces adoptar?, ¿qué miradas?, ¿qué recortes realizar?
En este marco, ¿Quién soy?, toma como material experiencias vividas que se constituyen en  “las voces de la memoria”, las de los nietos recuperados, que contaron sus vivencias y fragmentarios recuerdos. El libro llega al lector interrogando el pasado, pero también el presente y el futuro y lo hace, en un gesto innovador en el ámbito de la LIJ, entrelazando hechos  históricamente verificables y situaciones dramáticas realmente vividas, con recursos ficcionales para contar las verdades de los que sufrieron en carne propia el horror de la tortura, el secuestro, la desaparición y la muerte.
La aparición de esta propuesta nos obliga a revisar a volver la mirada atrás sobre lo que desde la literatura para niños ha sido ofrecido para contar la historia reciente. Revisión que debe inevitablemente articular las producciones con la concepción de infancia en las que se sustentan. Variados materiales dirigidos a niños/as y jóvenes han abordado el tema de la dictadura desde una concepción que rompe con el corral que los supone seres que hay que proteger tanto de la realidad como de la fantasía (Montes, 2009). Es posible citar desde libros o folletos informativos, pasando por ficciones que trabajan la justicia, la memoria y las desapariciones de manera metafórica, hasta novelas y cuentos que indirectamente tematizan estos núcleos históricos. Fue quizá Graciela Montes una pionera ya que con El golpe y los chicos, inició una serie de publicaciones, muchas  de las cuales hoy pueblan las bibliotecas escolares.
Una de las autoras del libro que nos ocupa, Paula Bombara, expresa que el lector que imagina  para el libro que nos ocupa está conformado por “…Personas sensibles, de 7, 8 años para arriba. Hombres y mujeres valientes –de cualquier edad– decididos a conversar con sus familias sobre quiénes son…”[3], incluyendo en estas palabras a los niños y mediadores adultos. Como docentes es una alusión que nos interpela, nos hace pensar en cómo ofrecer esta lectura que puede abrir a otras o ser el cierre de anteriores. Y también en cómo acompañar, con qué miradas, palabras y silencios sostener lo que allí se cuenta. Andamiarlas también con nuestras opiniones o con las de otros adultos: padres, abuelos, compañeros de trabajo, otros testimonios.
Ya  los elementos del paratexto[4] apelan al joven lector/a. En la tapa un niño aparece y desaparece según la posición de la solapa. El título ¿Quién soy? convoca al problema de la identidad y su condición de precariedad en función de la historia social que se cuenta, pero también de la historia del sujeto que, cuando pequeño, se encuentra atravesado por esa pregunta. Y es justamente el drama que estos niños a quienes se les negó la posibilidad de saber quiénes eran realmente, el que se les narra a los niños de hoy como flecha hacia el futuro. El marco que rodea a los relatos es una Introducción se dirige específicamente a chicos y jóvenes: “Estas personas, robadas de tan chicas, hoy podrían tener hijos de tu edad”. Pero agrega un plus: además de ser   representados como lectores, como seres que no solo son pensados sino pensadores,  son configurados como posibles pasadores de estos relatos: “…te contamos y esperamos que cuentes estas historias para ayudar a quienes todavía viven angustiados o confundidos, entre las dudas de sus orígenes”. Un desafío que incluye a las nuevas generaciones en una cadena de voces y manos que ahora de abajo hacia arriba pueden contar la historia, “pasar” cultura. Uno se imagina quizá simplemente el comentario sobre el libro en el hogar y padres sorprendidos por lo que sus hijos les dan de leer…

Entre la realidad y la ficción
“Vi a Marcelo aquella sola vez del relato y con Victoria hablé nomás por teléfono, y a los dos intenté decirles que lo que escribiera sería y no sería sus vidas. Es tan difícil captar una vida... Se trata apenas de relámpagos, acercamientos a ese agujero negro que es el dolor de ellos como metáfora del horror sucedido en nuestro país”
(María Teresa Andruetto, entrevista en Diario Página Doce)

Si bien cada uno de los cuatro relatos-historia posee su singularidad[5] el pacto de lectura que se propone es común a todos.  Cada texto incluye un cierre denominado “Cómo se escribió este cuento” donde se incluyen fotos y datos históricos de los nietos recuperados sobre los cuales se construyeron los textos. Pero además, los escritores comentan la “cocina” de su escritura: los encuentros e incluso desencuentros con los protagonistas, los intercambios que les permitieron escribir estas historias, los sentimientos que las mismas les provocaron y también las dudas que los atravesaron sobre todo a la hora de poner manos a la obra. Ante estos interrogantes afirman que además de posible, es necesario y fructífero apelar a la ficción para contar la verdad.
Cada autor adopta un punto de vista que, entre imágenes, fragmentos y retazos de lo  escuchado, va construyendo un narrador que sensibiliza e informa, porque se apoya en datos verificables. Son los recuerdos de los protagonistas, pero también lo que ellos investigaron o escucharon de otros testigos, los que articulan la construcción de los relatos que cuentan no sólo sus vidas sino las de sus padres desaparecidos o asesinados. Y son esos recuerdos los que dan cuenta del proceso de reconstrucción de la memoria que, como afirma Andruetto, está llena de agujeros[6]. Testigos ellos mismos, sus evocaciones precarias, relámpagos en la noche, ponen el eje en una dimensión subjetiva. Hay una focalización que aporta detalles por momentos pequeños pero que iluminan con potencia abrumadora el drama que vivieron de niños o bebés, sujetos que no eran completamente capaces de comprender las razones de lo que les estaba sucediendo, sin posibilidades de elegir.
“La cosa es que Manuel quedó adentro de un placard” (Manuel no es Superman)
“Pero acordarme no, no me acuerdo. Íbamos mi hermana y yo, agarrados de la mano en el asiento de atrás de un auto, los dos muertos de miedo, con unos carteles en el pecho donde iban escritos nuestros nombres” (Los dos hermanos)
El humor, que parece imposible en este marco, es también un recurso que desde la construcción literaria tiene su espacio:
“¡Ay, Athos! ¿Te acordás que dije que estoy pelada de mamá? ¡Ahora estoy peluda de abuelas!” (¿Sabés, Athos?)
Se construyen entonces entre los protagonistas y los autores que apelan a las referencias y la verificabilidad, reafirmados por imágenes potentes y actuales de los protagonistas, fotos y documentos, las voces literarias-ficcionales que tienen otros “permisos” para narrar.

Un libro…
…un libro que se donde se entrelazan sensaciones, razones y pasiones…
…un libro que sorprende y agrada por su estética cuidada, que atrae como objeto artístico…
…un libro que focaliza en las experiencias y vivencias de hijos- nietos que recuperaron su identidad, que recupera sus propias historias y la de sus padres para que sean contadas a las nueves generaciones…
…un libro de dice, grita, susurra, murmura, balbucea el horror con la crudeza y la delicadeza que sus destinatarios merecen…
…un libro para recomendar…

Bibliografía citada:
Montes, Graciela: El corral de la infancia. Nueva edición revisada y aumentada. Editorial Fondo Cultura Económica, 2009.
_____________ : El golpe y los chicos. Buenos Aires, Ediciones Gramón-Colihue, 1996.
Libros de ficción nombrados:
AAVV: ¿Quién soy? Relatos sobre identidad, nietos y reencuentros. Buenos Aires: Calibroscopio, 2014.
Bombara, Paula: El mar y la serpiente. Buenos Aires: Norma, 2015 (1º edición: 2005)
Reyes Yolanda: Los agujeros negros. Buenos Aires: Alfaguara, 2008 (1º edición: Bogotá, 2000)



[1] El presente artículo está escrito en el marco de un proyecto de investigación
[2] “Paula Bombara, Iris Rivera, Mario Méndez y la ganadora del Hans Christian Andersen, María Teresa Andruetto son los que escribieron estas historias que vuelan como puede hacerlo el arte, pero a partir de una realidad dolorosamente cercana. Pablo Bernasconi, Isvansch, Irene Singer y María Wernicke hicieron lo mismo desde la plástica” (Página doce 16/09/2013).
[4] Injustamente, pero por razones de espacio, no analizaremos en profundidad las ilustraciones que en un contrapunto imprescindible otorgan sentidos plurales y enriquecen la propuesta con una calidad artísticas difícil de describir sin la mirada del material.
[5] Desde el punto de vista literario cada historia tiene una singularidad y riqueza narrativa que merece su momento específico de estudio y análisis.
[6] Una recomendación que se abre es el libro Los agujeros negros de Yolanda Reyes que tematiza este modo de reflexionar sobre la memoria y los recuerdo. 

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(*) Nora Schujman (noris612003@yahoo.com.ar) Profesora de Lengua y Literatura, actualmente es Vicedirectora de la Escuela nº 6389 Federico de la Barra de Rosario.