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“El poder de la palabra”

Por Nora Schujman (*)

Introducción
Graciela Montes
 Las introducciones suelen ser  espacios anticipatorios, cuyas funciones pueden variar desde la justificación de una escritura o elección de textos hasta la de establecer un diálogo con el lector, o ambas intenciones a la vez. En este caso no sé muy bien de qué se trata desde el punto de vista académico, pero sí siento la necesidad de escribirlo así, en primera persona y con la carga emocional que me provoca la poética de Graciela Montes. Este plano, que podría llamar íntimo, tiene que ver con recuerdos de mi infancia y ciertas alegrías, miedos y tristezas que evoco cuando leo sus producciones. La ternura de sus personajes, los mundos que crea, las palabras que emplea y sus resonancias, los sentidos que llama a completar me conmueven y “tocan” mi sensibilidad.
Sin embargo, si bien el texto es siempre el mismo, a la vez no lo es. Es distinto cada vez que nos acercamos a él, se renueva con nosotros, con la época, con nuestros propios cambios y experiencias. Por eso a las cuestiones de orden privado o, como señalé, íntimo se suman otras de orden público. En mi caso, entonces, no puedo omitir que la valoración de sus relatos se ha ido modificando y enriqueciendo por varias causas. Una de ellas tiene que ver con la lectura de otros autores, tan desafiantes y sensibles como ella. Otra, mi trabajo docente como vicedirectora que me posiciona en un lugar donde es necesario pensar criterios de selección para ofrecer a alumnos y docentes literatura sin trampas.
“El que lee se mueve dentro de las condiciones dadas con cierta libertad, llevado por su curiosidad, sus ansias, sus puntos de desequilibrio y también sus posibilidades, sus operaciones, sus recursos. Se apoya en las condiciones y también las contradice. Hay un diálogo, una dialéctica. Lector y lectura no son estamentos quietos. Es esta dialéctica, esta ida y vuelta entre el lector y las lecturas, entre la experiencia íntima y las condiciones públicas, lo que me parece bueno poner en el centro de la escena” (Graciela Montes, 2008)
Siguiendo estas últimas palabras de Graciela Montes, considero necesario el diálogo entre lo que el texto propone y  la recepción lectora que le otorga un plus de sentido.
Caracterizando a la crítica literaria como una lectura que incorpora categorías teóricas que, inevitablemente, se entrelazan con las experiencias del que lee, escribo, entonces, mi propio tejido textual sobre el tejido de los textos de la autora y de otros  que a su vez la han leído. He tomado como eje el cuento “Irulana y el ogronte” y, a partir de él, conecté otros  que por diversas razones se “acomodan” juntos en mi biblioteca personal siguiendo la idea de series [1].
Los hilos de las series (…o el lugar donde se cosen los textos)
Podrían seguirse varios hilos de lecturas que entretejen los cuentos y novelas de Graciela Montes, estableciendo relaciones intertextuales muy productivas a la hora de hacer una investigación exhaustiva. La crítica Nora Lía Sormani (2010) propone, a partir de la lectura de la novela A la sombra de una inmensa cuchara, las siguientes: la distopía, la metáfora política, la ficción especulativa, la investigación de la espacialidad y el lenguaje como vías exploratorias / transformadoras de la realidad, la tragicomicidad y la metaliteratura. Otros “hilos” posibles son  la caracterización de sus personajes y del escenario donde trascurren los hechos. Por sus escritos desfila una galería de “héroes” que enternecen y a la vez incomodan por su posición en el mundo y los desajustes que tienen con el entorno social y material que los rodea. Lo tragicómico es, frecuentemente, un rasgo que los distingue.

De este modo, una constante en la poética de Graciela Montes es el lugar que otorga a los pequeños, a los desprotegidos y a los “raros”. Siguiendo esta idea, Irulana construye serie con los cuentos de  los Odos, esos seres tan pequeños que deben vivir en latitas de azafrán pero también se acerca a los “grandes” demasiado “grandes” como Amadeo, un gigante que no encuentra su lugar en el mundo.  Otra referencia es Bicho Raro, otro personaje que no encaja en ninguna categoría conocida[2]. Están también las novelas “Otroso” o “Tengo un monstruo en el bolsillo”, donde se narran acontecimientos sobre niños que se sienten atacados o discriminados, pero que finalmente hallan su camino para defenderse. Irulana, una niña con miedo, también debe hacerlo.

La trama que une estos textos y se hace carne en estos personajes, sensibles pero firmes, desvalidos pero valientes, incómodos pero queribles, revela una voluntad cuya ética escrituraria va en contra de lo aceptado naturalmente. No se trata  de resaltar valores morales establecidos, sino por el contrario, de ponerlos al desnudo para cuestionarlos. Este es el desafío que Graciela Montes pone en escena con estas historias: la idea de que es posible y, aún más, necesario explorar otros modos de vivir. A partir de esta ética y con una estética que hace hincapié en un lenguaje inusual, que resalta valores de la palabra poco explorados, que instituye una espacialidad desacostumbrada, se construye también una metáfora política que cuestiona aspectos de la realidad.

Con respecto al espacio, es evidente el estatuto de importancia que tienen los lugares cotidianos como la vereda, la plaza y la cocina. Al mismo tiempo, si bien en muchos de sus relatos puede leerse la construcción de una referencia a barrios reconocibles de Capital Federal, por el otro y de manera casi opuesta, surge la invención de lugares “sin nombre” pero con características muy particulares.

En una “Carta a los lectores” encabezada con la frase “Queridos Chicos[3], la autora dice:

“Yo cuando era una chica, vivía en el barrio de Florida –que es también el barrio de doña Clementina Queridita, la temible Achicadora, y de Macedonio el hombre más friolento del mundo (...) Les cuento para que ustedes vean que así como hay cuentos que nacen en la selva o en el mar tormentoso, hay otros que crecen como yuyos en las veredas de los pueblos y de los barrios...” (Doña Clementina..., pág, 8)


Las historias ubicadas en barrios concretos producen un contrapunto con los personajes, ya que en esos lugares vive gente extraordinaria o gente común que hace cosas extraordinarias. Precisamente unos de sus libros se llama “Amadeo (y otra gente extraordinaria)”, subtítulo que hace verosímil las historias que se encontrarán en su interior. Además de los nombrados hay otros cuentos que ocurren en el barrio de Florida, como por ejemplo “El club de los perfectos”  y en casi todos se citan nombres de calles existentes, coordenadas espaciales reconocibles. En este sentido, a contrapelo del realismo ingenuo y su pretensión de copia o reflejo de la realidad, la autora invierte la fórmula mostrándonos que la literatura siempre dice algo más de lo que pretende representar. Al incluir modelos sociales que efectivamente circulan y son reconocidos por los lectores (los que se creen perfectos, los que siempre hacen líos como Clementina o Carmela, los discriminados como Amadeo, los que tienen miedo…) o al nombrar calles y lugares que son conocidos debido a su uso cotidiano, produce una operación que los desnaturaliza logrando volver porosas las usualmente rígidas fronteras entre realidad y ficción. Vuelve literaria la realidad en vez de pretender copiarla. Por su parte, en la serie de los Odos el espacio no alude a ninguno de existencia concreta pero cada lugar lleva como nombre propio el sustantivo común que lo designa, por ejemplo “Terreno de enfrente” o “Plaza Grande”, conservando de este modo la relevancia señalada anteriormente. 
En el caso de Irulana, el escenario es un pueblo donde  la gente convive con un ogro [4] al cual, para que no se enoje, deben ofrendarle con actitud servil  productos de su trabajo. Un día en que enoja igual, todos los habitantes huyen del lugar aterrorizados. Todos menos una niña: Irulana.  Ni el pueblo, ni el ogro tienen nombre, sólo la heroína que es parecida a los demás porque tiene miedo, pero es distinta porque se anima y se queda a enfrentar al enemigo justamente con la única arma que tiene: su identidad. Esta configuración no es casual y conduce a leer la historia como un relato de fundación: una vez vencido el ogronte, la gente regresa tocando instrumentos, felices porque “…vienen a fundar un pueblo”. Pero también como una historia de fundamento porque alude a  un nuevo orden para vivir, un nuevo tipo de relación entre los seres que no esté basada en el miedo o el autoritarismo. Así lo expresa la voz narrativa al final del cuento (que es un poco volver al principio) cuando afirma que ahora es una historia con nena, pueblo, pero ya no con ogronte.[5]
Por otra parte es un cuento que convoca a una reflexión sobre la infancia y su lugar en el mundo. Hay una clara apelación a los niños y niñas [6] y también, de manera indirecta,  una interpelación al lector adulto. Desde el título y la tapa del libro pueden encontrarse marcas como la presencia del ogro que remite a los cuentos tradicionales de los cuales los niños se han apropiado en tiempos inmemoriales[7]. Además, la ilustración muestra la asimétrica relación entre éste y la niña [8], señalando el lugar de vulnerabilidad de la infancia, que sin embargo, como se verá a lo largo del relato, no es victimizada. Su desamparo se agiganta debido al hecho de que esta situación es vivida sin adultos de referencia: todos han huido y la han abandonado. La voz narrativa aparece, intensificando la dramaticidad del momento:
“El pueblo entero se arrugó de miedo. De miedo a que lo comieran (…) La gente salió corriendo (…) Pero yo dije que éste era el cuento de un pueblo, de un ogronte y de una nena -¿la ven?-; es esa de rulitos en la cabeza: Irulana. Es la única que no corre. A  mí no me pregunten por qué no corrió Irulana (…) Los que contamos cuentos no tenemos por qué saberlo todo”
Irulana tiene miedo porque se encuentra sola frente a un ogro y al peligro de ser comida por él, pero se queda igual. Sola, frente al ogronte que avanza y se come al pueblo entero con sus calles, plazas, casas, árboles…Hay en ese punto un desafío: hablar de aquello que no es considerado “apropiado”, de temas que muchas veces han sido censurados y cuestionados. La autora se atreve a dejar que una niña sea abandonada a su propia suerte, revisitando con ese gesto a los cuentos tradicionales, pero aludiendo también a nuestro presente mediato e inmediato. Al mismo tiempo les ofrece a los adultos una oportunidad dejando entrever que no se trata sólo de enfrentamiento entre buenos y malos sino que también están los grises. No es posible así realizar una lectura “políticamente correcta” o moral en términos maniqueos, porque además  del abandono, ocupan un lugar importante el poder que tiene la palabra como constitutiva de la identidad y la necesidad de volver a reconstruir el tapiz de la cultura para escribir otra historia y fundar otros mundos sin quedarse mudo y afuera (La gran ocasión, 2007).

El poder de la palabra (…o la ocurrencia de volverla material)
Con respecto a la frase que da título a este escrito veremos su impronta en Irulana y el ogronte, Doña Clementina Queridita la Achicadora y El problema de Carmela. Una niña pequeña, una viejita y una señora con un grave problema, deben enfrentarse a dificultades que parecen superarlas, pero dotadas de una fuerza que las mueve a resolver sus dificultades, venciendo sus miedos y vergüenzas.
Tal como se dijo anteriormente, la crítica Nora Lía Sormani, encuentra en la poética de Graciela Montes una línea que se refiere a una concepción del lenguaje como vía exploratoria/transformadora de la realidad. En el caso de los tres cuentos analizados, esta línea es indudable ya que nombrar o decir operan materialmente sobre el entorno.

Veamos…
IRULANA Y EL NOMBRE PROPIO
“Entonces Irulana se puso de pie en su banquito, que, como estaba tan negro todo, ni siquiera era un banquito verde, y gritó bien, pero bien fuerte, lo más fuerte que pudo gritar: ¡IRULANA!. Eso gritó. Una sola vez (…) Y el nombre creció y creció…
En el cuento, el significante “Irulana” se vuelve material, se vuelve hilo, se vuelve rugido, pala y lana, cada una de sus letras se materializa y con ellas vence al ogronte, lo ata y lo entierra.
“En una de esas ustedes ponen cara de ‘no puede ser’, y se ríen y dicen que una palabra no puede hacer esas cosas. Y yo digo que sí puede, prueben sino, de decir una palabra importante, una sola, en medio de la noche oscura y al lado de un ogronte...”
Estas palabras que la voz narrativa deja “colar” dirigiéndose a los lectores, constituyen una convocatoria a pensar en el poder de la palabra para vencer al propio miedo, siendo el nombre propio la metáfora de lo más importante que se tiene cuando ya no queda nada [9]. Esto, que le otorga al cuento su marca distintiva, deja claro que las palabras no sólo valen por lo que significan (qué significado tiene Irulana?) sino por su sonido, su silueta, su dibujo. En todo caso sucede al revés, el significado de Irulana se fortalece y adquiere otros sentidos a partir de su significante.

CARMELA Y SU PROBLEMA
En el cuento de Carmela sucede que algunas frases que ella dice se vuelven reales. Todas las expresiones utilizadas responden a enunciados populares o dichos de la vida cotidiana que son tomados al pie de la letra. Por ejemplo si Carmela dice “…Para mí que hoy llueve a baldes” o “…Va a tirar la casa por la ventana”, efectivamente el barrio se inunda y Don Aníbal tira sus cosas por la ventana. Es así que se producen fecundos y diversos cruces entre lengua oral y escrita, entre enunciados de circulación social y su inclusión en textos literarios haciendo carne el postulado bajtiniano acerca de los géneros discursivos primarios y secundarios. Permite además, reflexionar sobre el carácter popular de esas expresiones que circulan en contextos de encuentros informales convocando “...resonancias en el hablante a quien está destinado (porque rondan) lo coloquial y familiar para fortalecer la competencia lingüística del consumidor en formación (...) La lengua en uso, esa que todos hablamos, puede ser legitimada desde la literatura...” (Rönner, pág. 26) y por cierto lo es en este relato.
Carmela es una señora solitaria, sólo acompañada por gatos. La descripción del personaje “…con sombrero de vengodelejos y valija de aquímequedo”, suscita ternura en el lector.
“Resulta que Carmela tenía cara redonda y colorada, bien  agarrada con un rodete. Y en la mitad de la cara, más o menos, una nariz chiquita, y debajo de la nariz una boca, una boca enorme, toda llena de dientes y de risas y de ruidos”. Pero esa simpatía no la salva del problema. Pelos chamuscados, casas por la ventana, roscas gigantes en una esquina, “…muchas calamidades. Líos. Desorden. Palabras que se volvían cosas. Gente que se volvía otra gente” y otras desgracias eran demasiado para los habitantes del barrio que “no es que no la quisiesen a Carmela Bermúdez. Era buenaza, simpática y ayudona (…) Lo único malo era el problema”. Así, los desastres que provoca en el barrio desatan la furia de los vecinos que deciden echarla. Frente a esta situación Carmela protesta apelando a la solidaridad, el afecto y la necesidad de pertenencia: “- Pero esta es mi casa (…) Ustedes son mi barrio. Ya estoy vieja para viajar tanto en tren. Quiero echar raíces”. Y ante la imagen de Carmela sola, plantada en el medio del jardín, los vecinos se conmueven y deciden dejarla entre ellos a condición de que no hable tanto.

CLEMENTINA, LA TEMIBLE ACHICADORA
Por su parte, Clementina, una viejita que vive sola, descubre un día que posee el poder de achicar las cosas y la gente a partir de la pronunciación de palabras en diminutivo. A ella le daba vergüenza esa “…horrible enfermedad que la obligaba a andar achicando cosas contra su voluntad”. Se dedica desde entonces a cuidar de los seres que redujo de tamaño, con amor y dedicación. A todos los pone en una huevera para que no se hagan daño o se pierdan. Y es este cariño por los afectados, especialmente por Oscarcito, un niño de siete años que llora el día de su cumpleaños, el que la impulsa a probar otras palabras de consuelo y encontrar una solución a su problema. En este cuento la protagonista vive su situación con angustia pero finalmente logra sobreponerse y el episodio es vivido por todos como una gran aventura que instala a Clementina como un personaje famoso en el barrio de Florida.
Tanto Carmela como Clementina producen un escándalo del lenguaje y de los hábitos cotidianos. Ambas provocan malestar e inconvenientes en los que las rodean, pero en ninguno de los casos se apela a la sensiblería. El problema de Carmela y el rechazo de sus vecinos no producen lástima, es realmente como su título lo dice, un problema grave. Para ella y para los demás. Por eso la resolución de la historia es con final feliz, pero de algún modo abierto: Carmela no resuelve su problema, en el barrio todos se acostumbrarán (o no, no lo sabemos) a convivir con él. Y en el caso de Clementina, es ella misma quien encuentra la solución a partir de la solidaridad con uno de sus achicados que sufre y llora (casualmente un niño?)
Por último vale señalar que en las tres historias es particularmente importante la impronta que tiene en los niños el advenimiento de un final feliz ante situaciones que parecen insalvables y complejas. En este sentido, y al decir de Bruno Bettelheim (1980), el niño/a a través de la ficción adquiere seguridad de que podrá salir adelante aún en situaciones difíciles.

Para ir cerrando…
“Graciela Montes es una creadora que apuesta a acercar a los niños al arte de la palabra, investigando y explorando en las posibilidades creativas.
En su obra subyace una concepción de lector y de infancia que otorga al niño un valor muy especial, capaz de interpretar, elaborar hipótesis y extraer sentidos de la lectura” (Sormani, 2010)
En este sentido, su trabajo trasgresor y estético con las palabras al poseer una fuerte carga emotiva permite, sin lecciones morales, manifestar una firme posición ética. Y es esta bisagra entre lo ético y lo estético lo que constituye y conforma una política de la escritura que habilita la formación de lectores sensibles y críticos. Así, dentro del campo de la literatura argentina y junto a otros autores[10] que escribieron y escriben también desde un lugar productivo y a la vez revulsivo, ha conformado un corpus de relatos que permiten  acceder a otros modos de pensar y actuar y a la posibilidad de vislumbrar que el mundo en que vivimos tiene cosas para rescatar, pero también muchas para cambiar.


Corpus de cuentos y novelas de Graciela Montes trabajados o nombrados en el ensayo
“Amadeo” y “El problema de Carmela” en Amadeo y otra gente extraordinaria. Ed. Libros del Quirquincho, Buenos Aires, 1990.
Aventuras y desventuras de Casiperro del Hambre. Ilustraciones de Oscar Rojas.  Ediciones Colihue, Bs. As, 1995. Colección Los libros de Boris.
Doña Clementina Queridita, la Achicadora. Libros del Malabarista. Ed. Colihue. Bs. As. En la edición de Página 12 no figura el año de la misma.
El club de los perfectos. Ed. Colihue. Cuentos del pajarito remendado, Bs. As., 2006
Había una vez una casa. Libros del Quirquincho, Bs. As., 1990.
Irulana y el ogronte (un cuento de mucho miedo). Libros del Quirquincho. Serie de La ratona cuentacuentos. Coquena Grupo Editor, 1991, Buenos Aires.
Otroso. Ed. Alfaguara, Bs. As., 1994
Tengo un monstruo en el bolsillo. Libros del Quirquincho, Bs. As.,1992
Serie de los Odos.  Publicados por el Centro Editor de América Latina en la colección Los cuentos del Chiribitil.  Bs. As., 1992
BIBLIOGRAFÍA
Bajtin, Mijail: “El problema de los géneros discursivos” en Estética de la creación verbal. Buenos Aires: Siglo XXI, 2002.
Barthes, Roland: “¿Qué es la crítica?” en Ensayos críticos. Buenos Aires: Ed. Seix Barral, 2003
Bettelheim, Bruno: Psicoanálisis de los cuentos de hadas. Barcelona: Ed.Crítica, 1980.
Rönner, María Adelia: “El escenario de la literatura infantil” en Cara y cruz de la literatura infantil. Ed. Libros del quirquincho, Buenos Aires 1991.

Miretti, María Luisa: La literatura para niños y jóvenes. Rosario: Ed. Homo Sapiens, 2004.
Montes, Graciela: La gran ocasión. La escuela como sociedad de lectura. Ministerio de educación de la Nación, 2007. Disponible en http://planlectura.educ.ar/pdf/La_gran_ocasion.pdf
Soriano, Marc: La literatura para niños y jóvenes. Guía de exploración de sus grandes temas. Ed. Colihue. Bs. As., 1999.
PÁGINAS WEB
www.imaginaria.com.ar, nota de Graciela Montes, Las plumas del ogro, del  05 de setiembre de 2008, consultada en marzo de 2012.
http://www.alija.org.ar, nota de Nora Lía Sormani, Arte, infancia y compromiso en la obra de Graciela Montes,  del 14 de mayo de 2010, consultada en marzo de 2012

CORTOMETRAJE
Lucía y las cosas, un film en nueve cuadros (Argentina, 2005).
Dirección: Paula Abramovich Gullco y Andrés Riva.
Lucía y las cosas fue ganador del tercer premio en la edición 2005 del concurso Cine por la identidad organizado por Abuelas de Plaza de mayo.


[1] La idea de “serie”, que proviene teóricamente de los formalistas rusos, es tomada en este escrito como una operación de recepción lectora que, a partir del concepto de intertextualidad, establece  conexiones entre el texto leído y otros, armando una constelación de relatos conectados por temas, personajes, operaciones formales o recursos.

[2] Y no debemos olvidar las Aventuras y desventuras de Casiperro del hambre, un perro de la calle sometido a crueles experimentos.
[3] A lo largo del trabajo se alude a ciertos elementos paratextuales de los libros donde están incluidos los cuentos, por ejemplo la Carta que se ha nombrado o la importancia que tienen de títulos y subtítulos. Estos elementos merecerían un tratamiento específico que no ha sido incluido pero cuya importancia es necesario resaltar.
[4] Aquí otra intertextualidad: esta acción de ofrenda constituye una referencia clara a la mitología griega, por ejemplo el mito del Minotauro.
[5] La metáfora política, como señala Sormani, es casi permanente en los relatos de Montes. Sin embargo en éste cobra especial significado. Escrito a pocos años de recobrada la democracia en nuestro país, las referencias son insoslayables. El final  es abierto y en él además advierte acerca de que “algunos pueblos tienen ogronte, pero este no”. Recordemos por otra parte que el pueblo entero “desaparece” tragado por el ogro.
[6] Creo que en los cuentos trabajados la cuestión de género está muy presente, en los tres el llamado “lo femenino” aparece con una inmensa fortaleza.
[7] Podríamos citar muchos textos en los cuales juega un papel fundamental como Pulgarcito, El Gato con botas y otros donde además son niños los que los vencen.   
[8] Es inevitable “viajar” hacia otro cuento donde un grande y un pequeño se enfrentan en una lucha desigual. Me refiero a Más pequeño que una arveja, más grande que una ballena.
[9] En este punto considero importante remitir a un film: “Lucía y las cosas”, cuya historia habla de lo que nadie nos puede robar. En la película se puede ver cómo aquello que la dictadura intentó borrar, el nombre, la identidad de tantos niños y niñas, empuja por salir a la luz en la realidad o en los sueños. La ficha técnica se encuentra en la bibliografía.
[10]  Son muchos los autores que podría nombrar, pero no quiero obviar a Laura Devetach y Gustavo Roldán, quienes han sido referentes insoslayables de jóvenes generaciones de escritores posdictadura. 

 (*) Nora Schujman (noris612003@yahoo.com.ar) es Vicedirectora de la Escuela nº 6389 Federico de la Barra de Rosario. Profesora de Letras.

1 comentario:

Adriana dijo...

¡¡Cuántos recuerdos me has traído!!.En principio porque viví toda mi infancia, adolescencia y hasta que me casé a la vuelta de "La Federico de la Barra" así le decíamos en el querido barrio. Por otro lado, yo cursé un curso de Literatura para maestros en la Municipalidad de Rosario, en el 98y una de las docentes era Schujman.Todavía guardo el VHS con la grabación de cuando lo pasaron por un canal de cable.Además recuerdo con mucho cariño las actividades que hacíamos sobre el cuento de Irulana.
¡¡¡Gracias!!!